El debate entre los once candidatos a las elecciones presidenciales en Francia se anunciaba imposible. A fin de cuentas, en una emisión de tres horas y media, los « pequeños » aspirantes consiguieron existir. En un ejercicio inédito e incluso desaliñado, estos candidatos protagonizaron el intercambio haciendo tambalear a los « grandes ».
Hizo falta largos minutos para que el clima se instalase. O más bien, para que se desinstalase. Para escaparse de una puesta en escena almidonada. ¡Piensen! Con once introducciones de un minuto y treinta segundos, entrecortadas por las preguntas de los periodistas, el prólogo duró más de un cuarto de hora. Todos los candidatos optaron por hablar en primera persona desde la primera palabra: Nicolas Dupont-Aignan : « Yo quiero encarnar a Francia »; Emmanuel Macron: « Yo no creo en la fatalidad»; Marine Le Pen: « Yo soy una francesa »; Jacques Cheminade: « Yo soy un hombre en cólera»; Jean Lassalle: « Yo soy hijo de un pastor »; Nathalie Arthaud: « Yo quiero hacer escuchar la voz de los trabajadores »; Jean-Luc Mélenchon: « Yo he consagrado mi vida a una casusa »; François Asselineau: « Yo he trabajado con François Mitterrand y he conocido a los jefes de Estado más importantes »; Benoît Hamon: « Yo quiero acabar con los hipócritas y con la hipocresía »; Philippe Poutou: « Yo soy un obrero, el único que tiene un oficio normal »…