El presidente-candidato tiene cierto talento para adaptarse a su público, puede mostrarse maduro y locuaz, o comportarse como un monologuista hasta arriba de anfetaminas. "El movimiento de los chalecos amarillos apareció como la reacción a una elección presidencial triunfalista y en la estela de un presidente a menudo percibido como arrogante", asegura el escritor Olivier Abel.
Unos días después de la victoria de Emmanuel Macron en 2017, Mediapart intentó examinar el laberíntico cerebrodel nuevo presidente de la República, acostumbrado a hacer malabarismos con las referencias culturales y los comunicados de prensa. El ejercicio reveló entonces una mezcla de práctica intelectual "catequizante y furtiva" con poca preocupación por la coherencia; de "pensamiento McKinsey" que pretendía pensar en "diagnóstico", en "proceso" y en "soluciones" desde una "estética de la ficha técnica, sintética y rápida, este arte aprendido en la Escuela Nacional de Administración (ENA)".