Las palabras son siempre las mismas. A menudo se presentan como hechos consumados, verdades absolutas irrefutables. « En Niza sólo hay racistas ». Eso es lo que oyen, por lo general, los que dicen haber nacido allí. Por supuesto, se trata de una generalización. Y, como todas, en ella subyace algo muy injusto, porque presenta a los 343.000 habitantes de la quinta ciudad de Francia como una entidad indivisible: un bloque unido por el odio y la xenofobia, sin historia y sin diferencias.
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Las palabras son siempre las mismas. A menudo se presentan como hechos consumados, verdades absolutas irrefutables. « En Niza sólo hay racistas ». Eso es lo que oyen, por lo general, los que dicen haber nacido allí. Por supuesto, se trata de una generalización. Y, como todas, en ella subyace algo muy injusto, porque presenta a los 343.000 habitantes de la quinta ciudad de Francia como una entidad indivisible: un bloque unido por el odio y la xenofobia, sin historia y sin diferencias.
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