El asesinato de George Floyd, un hombre negro de Minneapolis, por la policía, ha desencadenado un movimiento de protesta histórico en Estados Unidos. Más de 140 ciudades se han convertido en el escenario de manifestaciones a veces violentas. La primera potencia mundial, socavada por la desigualdad y la crisis económica, redescubre dramáticamente, en medio de una pandemia, el alcance de sus tensiones sociales y raciales, exacerbadas desde la cúspide del Estado por un presidente incendiario.
Cuando fue elegido, Barack Obama, primer presidente negro de Estados Unidos, prometió una América finalmente libre de sus profundas tensiones raciales. Estas tensiones, tan antiguas como la República Americana, nunca han disminuido. Tienen sus raíces en la esclavitud (diez de los primeros doce presidentes de Estados Unidos poseían esclavos), pero también en décadas de meticulosa segregación y criminalización de los negros.