Al ordenar la eliminación del general iraní Soleimani por medio de un dron en Bagdad, Trump se comportó como cualquier otro déspota de la región. Convirtió a Estados Unidos en un país como cualquier otro de Oriente Medio... Exponiendo a los aliados locales de Washington al riesgo de represalias de Teherán.
Hace un año, cuando presentó su « Evaluación estratégica » para el 2019 al presidente israelí, el general Amos Yadlin, director del Instituto Nacional de Estudios de Seguridad (INSS) y exresponsable de Inteligencia Militar (Aman), lanzaba una advertencia que ahora parece casi profética. Mientras que el primer ministro Benjamín Netanyahu y sus asesores parecían convencidos de que el mayor riesgo para la seguridad de Israel era que Irán poseyese armas atómicas, hasta el punto de convencer a Trump de retirarse del acuerdo de 2015 sobre la desmilitarización del programa nuclear iraní, que consideraba insuficiente, el general señalaba otro peligro, a su juicio mucho más real y preocupante: el desarrollo de la presencia militar convencional iraní en Siria, en el Líbano –vía Hezbollah– y en Irak.