Y, de buenas a primeras, la agenda europea irrumpió en el recinto que acoge estos días la cumbre del clima. Las líneas generales de la tasa sobre las transacciones financieras –aceptada con la boca pequeña por los ministros de la UE– llegaron hasta el centro de conferencias de la localidad de Le Bourget. Apenas acababa de dar comienzo la segunda semana de las negociaciones sobre el clima y toda información es potencialmente capital, no en vano se trata de una de las pocas nuevas fuentes de financiación destinadas a los países del Sur. En lo que se refiere concretamente a Francia, es la única manera de aumentar su aportación a la lucha contra el cambio climático. En el hall 9, en torno a la zona de prensa, las interpretaciones difieren. Pascal Candin, exministro de Codesarrollo de François Hollande, se felicitaba: « Puede permitir que se dupliquen los fondos destinados a la adaptación » de los países más pobres al cambio climático. Una planta más arriba, sin embargo, el economista Dominique Plihon, avisaba: « Estamos ante una declaración de principios, cuyo contenido no se desarrolla ».
La financiación, el punto arduo de la negociación de la COP21
Este es el punto más importante de las negociaciones sobre el clima y, sin embargo, es el menos discutido fuera del círculo de los especialistas. Técnica, sensible, opaca, la cuestión de la financiación refleja la violencia del enfrentamiento entre tres mundos: las viejas potencias industriales, las potencias emergentes y los países más pobres, olvidados para siempre.
Christophe Gueugneau y Jade Lindgaard
10 diciembre 2015 à 20h56