No se ha cansado de repetir que las elecciones presidenciales habían sido un « robo », un escrutinio « amañado ». Que las papeletas habían sido « destruidas ». Que las máquinas de votar habían sido manipuladas. Que cientos, tal vez millones, de votos no habían sido contabilizados. Sin el menor indicio, como han resaltado muchos jueces a los que han recurrido sus abogados.
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