Alrededores de A Coruña. Un domingo cualquiera. El Club Financiero Atlántico, un discreto centro de negocios levantado sobre una antigua planta de derivados lácteos, permanece cerrado por descanso del personal. Es media mañana y la animada tertulia de un grupo de empresarios locales, todos amigos desde sus inicios, se improvisa en una cafetería cercana de cómodos sofás. Hasta allí, fieles a su cita diaria, acuden también los domingos los integrantes de un grupo que tiene un miembro muy especial. Entre ellos, algunos ya jubilados, relacionados sobre todo con los concesionarios de coches, agencias de publicidad e incluso el propio sector textil, hay alguien que casi nunca falta a la cita. Comparte desayuno, repasa la prensa y, más que pontificar, que podría, entabla animada charla con sus compañeros de tertulia. Y lo hace como un ritual más en su día a día. Del club financiero, por lo general, directo a Sabón (Arteixo), centro de operaciones del gigante textil Inditex, que le ha convertido en la tercera fortuna del mundo. Un multimillonario de costumbres, un gregario a quien el dinero apenas ha cambiado, que rompe lo justo sus rutinas, pero que sigue como quien dice al pie del mostrador, pese a haber cedido en 2011 a Pablo Isla la presidencia del grupo que fundó. Es el ciudadano Amancio Ortega.
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