Álvaro Figueroa y Torres, conde de Romanones, utilizó durante varias décadas un método infalible para salir elegido diputado por Guadalajara: compraba los votos. Alguna referencia apócrifa explica que a finales del XIX pagaba concretamente dos pesetas por apoyo, y que un día se presentó un jovencísimo Antonio Maura recorriendo La Alcarria y ofreciendo tres pesetas a los hasta entonces fieles votantes del terrateniente. La reacción de Romanones fue inmediata: pagó a cada uno de sus electores un duro a cambio de las tres pesetas de Maura… y el voto. Y continuó ganando.
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