De nuestro enviado especial en Salzbourg y Viena (Autstria).-Seguir la ruta de los refugiados, pero en sentido inverso, provoca un sentimiento bastante extraño. Supone adentrarse, casi físicamente, en la desesperanza y en lo absurdo de una Europa que se está blindando a toda velocidad. La víspera, aquellas personas con las que me había cruzado en la estación fronteriza de Freilassing, del lado alemán, eran vistos como los malditos de Europa. Dirigirse hacia el este de Europa supone tomar conciencia de que son casi unos afortunados, si es que esta palabra adquiere algún sentido en similares circunstancias. Al menos ellos han podido cruzar y pedir asilo, en aquellos casos en que tienen derecho a hacerlo.
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