El encuentro se produce en una oficina pegada a la madrileña Plaza de España, una sala de paredes desnudas con cajas de cartón cargadas de papeles y archivos desordenados. Todo en el entorno de Pablo Iglesias tiene un aire transitorio, urgente, de provisionalidad. Como si aún no terminara de creerse el papel político que protagoniza. Lo cual contradice la seguridad con la que Iglesias va desgranando claves de su estrategia política y respuestas a las críticas que recibe y a las dudas que suscita el proyecto que lidera.
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