California se seca. El nerviosismo reina en el Estado más rico de Estados Unidos. Los ciudadanos se aferran a sus piscinas, los agricultores temen por sus cosechas y los defensores del medioambiente parecen preocupados. Mientras, el gobernador del Estado ha fijado un objetivo de reducción del gasto de agua del 25%. Todo el mundo se pasa la pelota y el consumo de agua continúa siendo demasiado alto.
La puesta en escena era impecable. Desde una conocida estación de esquí del norte de San Francisco, el gobernador demócrata de California explicaba que las cosas no podían seguir así. En el mismo lugar en el que Jerry Brown estaba dando la rueda de prensa, a principios de abril, la nieve tendría que haber alcanzado por lo menos un metro de altura. Sin embargo, sus pies estaban completamente secos y la hierba amarilleaba. Esta imagen tenía que ayudar a digerir las medidas que estaban al caer: Jerry Bown se disponía a anunciar un objetivo ambicioso, reducir un 25% el consumo de agua en nueve meses con el fin de hacer frente a la sequía que padece el Estado desde 2011. De este racionamiento, que no afecta al sector agrícola, tendrán que ocuparse las 400 agencias encargadas de abastecer de agua a las ciudades californianas. Esta medida se suma a las restricciones impuestas en enero de 2014, cuando el gobernador decretó el estado de emergencia y las autoridades federales racionaron el agua destinada al uso agrícola.