Si, como sugieren las filtraciones publicadas por la prensa turca en las últimas dos semanas, Jamal Khashoggi fue asesinado de una manera particularmente sangrienta, las circunstancias de su muerte reflejan sobre todo la brutalidad de quienes encargaron el asesinato. Porque el periodista saudí no había hecho nada para merecer acabar sobre una mesa de amputaciones improvisada, en su propio consulado de Turquía, donde había acudido a buscar unos documentos administrativos para poder casarse.
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