Los pedales de una bicicleta, unas castañuelas, un pañuelo islámico, unas zapatillas de correr, una canción o una carcajada... Todo vale si se trata de expresar el descontento, de protestar ante la injusticia con creatividad, imaginación e inteligencia. Y de hacerlo, sobre todo, sin violencia. Son muchos los ejemplos. De las mujeres saudíes que se rebelaron al volante contra la ley que les prohíbe conducir, a las risas de los ciudadanos portugueses que interrumpieron el acto de un ministro, los hombres que se pusieron hiyab para manifestar su solidaridad con « las mujeres que viven oprimidas » o los torsos desnudos de las activistas que denuncian el machismo, la homofobia o la misoginia religiosa.
Aunque muy diferentes, todas estas acciones tienen en su vistosidad un denominador común. E Internet, y especialmente las redes sociales, son su mejor altavoz.
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