Llegaron para quedarse. Y para saquear. Los 'ángeles' de la Gürtel aterrizaron en Valencia tras las elecciones generales de 2004. Aquí les recibió un 'apóstol', Francisco Camps -presidente de la Generalitat valenciana entre 2003 y 2011-, que libraba su batalla interna contra Eduardo Zaplana por el control interno del Partido Popular (PP) en Valencia y necesitaba de sus propias estructuras de poder. Camps, permeable al halago, se encandiló con el don de gentes de Álvaro Pérez, el Bigotes, director de Orange Market, la empresa de la Gürtel en Valencia. Pérez se incrustó en los cimientos del Gobierno de Camps, en casi todas sus consejerías. Es más, se autoinoculó en el ADN del PP valenciano. Todo lo hacía Pérez, desde poner una silla, apartar a los fotógrafos al paso de Rajoy o redactar los contratos de adjudicación del stand de la Comunidad Valenciana en la Feria de Turismo (Fitur). Este último caso será el primero en juzgarse tras el preámbulo del conocido como 'caso de los trajes' -en el que se acusaba al expresidente valenciano de un delito de cohecho impropio por haber recibido prendas de manos de la trama Gürtel-. Entonces, el que el propio Camps fue declarado no culpable en enero de 2012 por un jurado popular, quien no vio relación entre los regalos de la trama y el agujero en las arcas valencianas. Ni que tórridas expresiones de Camps a Pérez, como « amiguito del alma », « te quiero un huevo » o « lo nuestro es muy bonito », fueran una prueba de amistad.
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