Colombia es uno de los país del mundo con mayor número de desplazados internos. Las conversaciones de paz, junto con el programa emprendido por el gobierno colombiano para restituir las tierras, podrían acelerar el proceso y permitir a cientos de ciudadanos volver a sus hogares. Sin embargo, a día de hoy, los resultados son contradictorios.
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DeDe nuestro enviado especial en Colombia.- Llegó por casualidad. A merced de los meandros de la Administración colombiana. Josué Aguirre vive en una casa de madera con techo de chapa, perdida en mitad de una de extensa pradera salpicada de arbustos, en el departamento del Meta, en el centro del país. Es oriundo de la pequeña localidad de Calamar, a 450 km al sur, en el departamento de Guaviare, próximo a la región Amazónica. Cuando apenas tenía 13 años, su vida dio un giro. Las FARC controlaban el territorio y enrolaban a jóvenes, los más desocupados. Necesitaba trabajar. Sus vecinos le daban los terrenos que él mismo se encargó de delimitar durante 15 días. Los guerrilleros empezaron a mirar al joven agricultor con malos ojos. 400 hectáreas eran demasiadas. « 60 hectáreas por cabeza, ni una más; los cultivos de coca, por los que pagaba un impuesto, no les bastaba », recuerda Josué. Recibió amenazas de muerte.