Un año después de la toma de posesión de Joe Biden, sus adversarios tratan de inclinar a su favor la balanza electoral alterando la mecánica de la votación con maquiavélica ingeniosidad. En el punto de mira republicano se encuentra la votación de mitad de mandato del próximo mes de noviembre, que renovará gran parte del Congreso.
En Estados Unidos, los actos racistas contra estadounidenses o inmigrantes del sudeste asiático se dispararon durante la pandemia, llegando a duplicarse en Los Ángeles. Este fenómeno, antes casi invisible, se ha visto alimentado por la retórica xenófoba de Donald Trump.
En Washington, el 6 de enero, los partidarios de Trump escenificaron una verdadera batalla de cuerpos: masculinos, blancos, soberanos y sin mascarilla. Se trata de una respuesta directa a la revolución transfeminista y antirracista en curso, y un signo de una reforma patriarcal y colonial en plena construcción.
Sus cuatro años en la Casa Blanca le han enriquecido personalmente. La presidencia ha reportado a Donald Trump al menos 8 millones de dólares, según The Washington Post. Sin embargo, el expresidente parece liderar un imperio debilitado.
¿Permanecerá el Partido Republicano fiel al expresidente de cara a las elecciones de mitad de mandato de 2022 o a las presidenciales de 2024? ¿Le abandonará? La era post-Trump se perfila agitada para el Partido Republicano.
Algunos años después de las revueltas anti-oligárquicas que surgieron en las democracias occidentales, la investidura de Biden es parte de una restauración elitista. Sin embargo, un importante movimiento popular podría incitarle a realizar reformas ambiciosas.
Durante años, Trump ha vaticinado la « guerra civil » y ha convertido la violencia en su arma política. Al invadir el Capitolio, sus partidarios más fanáticos no hicieron más que llevar a cabo su proyecto.
Los términos se suceden a la hora de definir la toma del Capitolio, el pasado miércoles 6 de enero, por parte de una marabunta de activistas pro-Trump. Mediapart repasa los argumentos de unos y otros, tratando de apreciar su significado y la gravedad de los hechos.
Aunque el Partido Republicano no siga a Donald Trump en su obstinación por negar los resultados de las urnas, su estrategia está lista: tratar de desacreditar al presidente electo e impedirle gobernar por todos los medios.
El pueblo iraní, principal víctima de las sanciones dictadas por Donald Trump, y el presidente Rohani confían en ver cuanto antes el inicio de las conversaciones con la nueva administración estadounidense. Aún no hay indicios de que el guía Alí Jameneí esté dispuesto a ello. Si bien, las facciones radicales están ya preocupadas.
La elección de Joe Biden viene acompañada de fuertes derrotas para los demócratas. El poder casi inexpugnable de Donald Trump nos recuerda que la extrema derecha populista sólo puede ser derrotada por proyectos políticos alternativos que pongan a los ciudadanos en el centro de su programa y defiendan una verdadera acción sobre el terreno.
Después de apostar por una gran victoria del Partido Demócrata, el mundo financiero se enfrenta al escenario que más temía: el de un período más o menos largo de incertidumbre, confusión e impugnación.
¿Qué pasaría si la polarización en Estados Unidos enfrentara a la clase dirigente y a los ciudadanos tanto como a los demócratas y los republicanos? Hoy en día, el sistema político e incluso la Constitución ya no pueden canalizar o dar forma a la opinión popular.
Como es bien sabido, el dinero privado abunda en la política estadounidense. Pero hoy, las nuevas figuras de la alta burguesía entran en la política directamente para perseguir sus intereses.
Durante su mandato, el presidente de Estados Unidos se lanzó en una nueva guerra fría con Pekín. Durante la campaña electoral, su rival demócrata no ocultó su voluntad de mantener una política de confrontación a través de un frente unido formado por sus aliados.