La eliminación del fundador del difunto « califato » islámico no pesará mucho en el desastroso balance del presidente estadounidense en Oriente Medio, donde ha acumulado estrategias erróneas y sonados fracasos.
Descartado por los votantes y rechazado por las principales figuras de su propio partido por su comportamiento político sin escrúpulos, el primer ministro saliente ha sido designado para formar un gobierno. Una decisión sorprendente, muestra de un paisaje de relaciones nocivas entre la sociedad israelí y su minoría árabe.
Para desgastar al régimen iraní, cuyas ambiciones regionales son consideradas peligrosas para sus vecinos, aliados de Estados Unidos, Trump amenaza a Teherán con reforzar las sanciones y con una intervención militar. Sin embargo, numerosos países consideran esta actitud irresponsable, temiendo un conflicto en Oriente Próximo, y apuestan por la moderación.
« El acuerdo del siglo » anunciado por Donald Trump rompe con la tradición diplomática estadounidense y el consenso jurídico internacional al reconocer unilateralmente, el 6 de diciembre de 2017, a Jerusalén como capital de Israel. El plan de paz estadounidense para Palestina que la Casa Blanca prepara desde hace más de dos años podría ser revelado en los próximos días.
Tras interceptar un comando israelí en la Franja de Gaza el 11 de noviembre, el enclave palestino vivió una serie de bombardeos inéditos desde el conflicto de 2014. Seguidamente, el alto el fuego fue restablecido. ¿Por cuánto tiempo?
Aunque Israel y Hamás no tienen ningún interés en protagonizar un nuevo enfrentamiento; la catástrofe humanitaria en Gaza, la irritación de los israelíes con la campaña del lanzamiento de cometas incendiarias y el inmovilismo de la Autoridad Palestina, empujan a la región hacia un nuevo conflicto.
La nueva matanza perpetrada esta semana por el Ejército israelí en la frontera de Gaza, mientras Benjamin Netanyahu dedicaba a Donald Trump el « día glorioso », con el traslado de la Embajada estadounidense a Jerusalén, confirma una nueva catástrofe en Oriente Medio. Irán es sólo el pretexto y los palestinos, las nuevas víctimas.
¿Hay en estos momentos más árabes -cerca de 7 millones- que judíos -6,5 millones- en la zona comprendida entre el Mediterráneo y el río Jordán? Una cifra presentada por el Ejército israelí así parece indicarlo. Sin embargo, varios expertos discrepan sobre la cuestión. Y no se trata de un asunto menor, en el corazón del conflicto israelí-palestino, la demografía es un arma política.
Cinco palestinos muertos y 400 heridos es el balance provisional de la última jornada de protestas en la frontera de Gaza con Israel. Mientras las investigaciones sobre lo ocurrido aumentan, Israel asume su estrategia de recurrir a la extrema violencia para disuadir a los palestinos de infiltrarse en su territorio. Una estrategia que se reveló contraproducente en el pasado.
Con el objetivo de alejar de su frontera norte a Irán y a sus milicias, cada vez más presentes e influyentes en Siria, el gobierno israelí no se contenta con facilitar ayuda humanitaria a los pueblos vecinos del Golán. Desde hace algunas semanas, también arma y financia a una decena de grupos rebeldes.
La mayoría de los jóvenes habitantes de Cisjordania y de Gaza han dejado de creer en la creación de un Estado palestino. Quieren reorientar la lucha por la independencia y pelear por la igualdad de derechos dentro de un único Estado, Israel, tomando como modelo la lucha contra el apartheid.
El presidente palestino Mahmud Abás declara oficialmente muertos los acuerdos firmados en 1993 con Israel y confirma la ruptura con Washington, descalificado para ejercer de mediador. Para lograr la creación de un Estado de Palestina independiente, quiere apoyarse en Naciones Unidas y en Europa.
Grabado durante una noche de desenfreno en Tel Aviv en 2015, Yair, el hijo del primer ministro israelí, Benyamin Netanyahou, afirma que su padre intercedió para que un hombre de negocios consiguiese una serie de contratos gasísticos por más 16.000 millones de euros.
Reconociendo unilateralmente Jerusalén como capital de Israel, el presidente estadounidense quería volver a repartir las cartas en la moribunda negociación israelí-palestina. Sin embargo, Donald Trump ha puesto en dificultades a sus principales aliados árabes, ha condenado su papel en el debate y ha sufrido dos estrepitosos fracasos en Naciones Unidas.
Para Europa y el mundo árabe, la decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel es una provocación. Pero esta decisión responde a un plan de paz que Washington intenta imponer al pueblo palestino con la ayuda de Arabia Saudí e Israel.
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