Ya se ha dicho, escrito y sentido, e incluso revivido o reformulado, desde hace más de un siglo, todo lo relativo a la cuestión de la violencia grupuscular programada para fragmentar la vida de la ciudad. En estas condiciones, ¿es posible una pedagogía del terrorismo? No, a tenor del actual estado psicológico colectivo de Francia. O supuesto, al menos. Un sentimiento compartido de angustia. Que entraña en realidad una construcción mediática perversa, orquestada por dicho terrorismo, como no podía ser de otro modo, a través de los canales de información 24 horas absortos por el horror, ciudadanos volcados en las redes sociales, editorialistas que soplan a las brasas y políticos que caen en la exageración demagógica. Unos y otros tocan, conscientemente o por defender su dignidad, las cajas de resonancia del terror.
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