Hace once años, con más pelo y pocas canas, yo vivía en una buhardilla en la cuesta de los mártires Cosme y Damián, por Lavapiés. En esa buhardilla, juntando de afán los desechos de cuentos y los descartes de relatos acumulados en los cajones, bosquejé una novela apresurada, Basura, y en esta misma Casa de América, hace diez años, me concedieron un premio. Cobré mi cheque, como aquel hijo pródigo que pidió el anticipo de su herencia, y me fui a andar el mundo. Viví en Boston, viví en Berlín, pasé temporadas en Turín y en El Cairo, y regresé a las montañas de Antioquia, donde ahora vivo y donde espero morirme (¡ y el día esté lejano !). No tuve que cuidar cerdos, como el hijo pródigo, ni dilapidé mi herencia acostándome con meretrices. Hice lo que siempre he hecho en la vida : leer y escribir.
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