Carta a Francia

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Los atentados de enero nos obligan a pasar a la acción. No a las políticas del miedo, partidarias de que entremos en guerra, sino a las políticas de la igualdad, democráticas y sociales que, por sí solas, podrán hacer remitir la necrosis de la esperanza de la que se nutre la guerra de las identidades.

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Hay terribles infortunios que presentan a una nación en sí misma. Para todos los que viven en este país, el nuestro, esto es lo que está en juego tras los atentados de los días 7, 8 y 9 de enero en París. ¿ Sabremos reconocer a Francia tal y como es, vive y trabaja, tal y como sufre y se impacienta, tal y como se inventa y sueña, tal y como se recupera y se une ? ¿ O vamos a seguir ignorándola, denigrándola y despreciándola ? ¿ Degradándola, desanimándola y asustándola, al sumirla en este auto-odio plagado de identidad desgraciada, de suicidio francés y de sumisión ilusoria donde maceran acritudes, amarguras y resentimientos ?