El odio absoluto del otro, el antisemitismo no es una variante del racismo, sino su núcleo duro. Toda indulgencia, relativismo o negligencia frente a sus manifestaciones abre la vía a la jerarquía de las humanidades. Toda instrumentalización política de esta causa suprema, la debilita, corriendo el riesgo de llegar a desacreditarla.
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ElEl racismo es el odio de la igualdad entre seres humanos. Así, cualquier perjuicio cometido contra cualquier persona, en nombre de su identidad, origen, creencia o apariencia, es un daño cometido contra toda la humanidad. La mecánica infernal de esta violencia funciona como las matrioskas rusas, anidando, unas dentro de otras, todas las discriminaciones, en una negación infinita de la igualdad natural. Su propósito es potencialmente criminal, dado que exige la desaparición del Otro, del diferente o del extranjero, deseando que únicamente reine lo Mismo, lo idéntico o lo semejante.