Egipto vuelve a ser estos días el corazón palpitante de los pueblos árabes. En realidad, nunca ha dejado de serlo. Egipto es el país más poblado de ese mundo, la bisagra geográfica entre el norte de África y Oriente Próximo y el de mayor influencia política e intelectual. Por eso, a comienzos de 2011, cuando, una vez derrocado el tunecino Ben Alí, las masivas manifestaciones juveniles llegaron al valle del Nilo, comenzó a hablarse de una Primavera Árabe, de un fenómeno transnacional.
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