La nueva y la vieja política se han hecho convergentes en una fina línea que consiste en priorizar intereses personales o partidistas sobre los intereses de los ciudadanos. Y de eso dependerá la clave del ya cantado 26-J: quién se abstiene y quién se moviliza en estas nuevas elecciones generales.
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NoNo ha sido autocensura sino pura pereza (sin descartar que a veces la pereza sea una forma de autocensura). El caso es que uno lleva varias semanas sin escribir una línea acerca de la situación política, las posibilidades de investidura o de nuevas elecciones. Cierto que se cruzaron los papeles de Panamá, la mafia de Ausbanc-Manos Limpias y otros asuntos nada menores. Pero se ha acabado el tiempo. Volvemos a la casilla de salida y habrá elecciones el 26 de junio. Ha llegado el momento de desembuchar, de reflejar negro sobre blanco lo que uno cree que ha venido pasando, a partir de lo que relatan las fuentes que le ofrecen más confianza. La conclusión no es alentadora: los principales actores de la vieja y de la nueva política han practicado (en distinto grado) el postureo desde la misma noche del 20-D.