A pesar de que todavía tiene bajo control Mosul y Raqqa, hace meses que el Estado Islámico pareció darse cuenta de que la base territorial de la que disponía –un proto-Estado, entre Irak y Siria, que se esforzaba en construir a partir de las viejas estructuras estatales y que contaba con unos diez millones de habitantes– estaba abocado, tarde o temprano, a la desaparición. Y, con ésta, lo harían también los centros operacionales establecidos en estas dos ciudades, en especial en Raqqa. No obstante, dado que Daech también es una entidad ideológica, dispone de redes durmientes, o de células, creadas, tal y como se puso de manifiesto en el ataque de Año Nuevo perpetrado en Estambul contra la discoteca Reina (39 muertos). En aquel entonces, el MIT (los servicios secretos turcos) descubrieron diferentes escondites en el barrio de Esenyurt, en la capital turca, y hallaron un bonito botín de un millón de dólares en metálico, destinado a preparar otros atentados.
El Estado Islámico y la «tercera yihad»
Los atentados de Londres se inspiran en los escritos de varios teóricos de la yihad que apuestan por recurrir a otras formas de terrorismo: descentralizado y respaldado por individuos armados por sus propios medios.
6 junio 2017 à 11h25